PARÍS – Puente de la Constitución DICIEMBRE 2006

Miércoles Día 6 de diciembre

Salimos tranquilamente de casa a las 10 de la mañana camino del aeropuerto de Málaga en la furgoneta y con el maletón rojo. Había muchísimo tráfico por el Puente de la Constitución. Todo el mundo estaba en la carretera. Hacía un día bueno con sol y nubes y los campos se veían verdes por Villanueva del Trabuco y las rectas de antes del Puerto de las Pedrizas.


Siempre tendremos París

 La llegada al aeropuerto fue tranquila a pesar de todos los coches que había por todos sitios. Dejamos la furgoneta en un edificio muy moderno con cristales en toda la fachada, un aparcamiento de súper lujo que nos cobraban ocho euros al día por dejar allí el coche y llevarnos y recogernos del aeropuerto. Allí se quedaron las llaves del coche y nuestros datos y nos llevaron en una furgoneta amarilla a la terminal 2, la de siempre, la que hicieron para la EXPO92, el bloque gris macizo de Rafael Moneo donde siempre hemos cogido todos nuestros vuelos. Se veía un bosque de grúas inmenso donde están construyendo la nueva terminal y por eso los accesos al aeropuerto y a los aparcamientos están también en obras.

Era tan pronto cuando nos dejaron en la terminal que tuvimos que dar una vuelta por las  instalaciones para hacer tiempo hasta que abrieran el mostrador de facturación de Air Europa. Yo había esperado multitudes y colas, pero estaba todo muy tranquilo. Unos operarios montaban un inmenso belén en un lateral del enorme hangar que es este aeropuerto de Málaga.  

Una señora muy amable del check in nos facturó la maleta y nos dio nuestras tarjetas de embarque y asientos de ventanilla en los dos vuelos que teníamos por delante.

Nuestro vuelo a Madrid salió a su hora y llegó antes de tiempo a su destino. Total para esperar tres horas en la terminal 1-2 que es la antigua, así que no pudimos ver la nueva T-4. Me compré unas cremas de Clarins, oferta dos por una. Tomamos un pequeño bocata de jamón, un café y medio sándwich, así que nuestra comida de aquel día fue una especie de bola de pan que giraba en mi pobre estomago mezclado con los nervios.

En el avión Madrid-París que salió de Barajas a las 18.15 nos dieron de cenar o de merendar una preciosa bandejita de Air France con una especie de pimiento relleno de masa, guarnición de verdura fría y una tartaleta. Yo pedí una botellita de vino blanco fría, mmm… qué rico.En este vuelo nos trataron como reyes, íbamos en primera clase – no sé por qué – y me regalaron la revista ELLE.

La luna se asomaba entre unas ligeras nubes cuando el avión se acercaba al aeropuerto. Era ya noche total y se veían las luces de la gran 'Ciudad de la luz' desde el cielo. Llegamos al modernísimo Aeropuerto Charles de Gaulle muy puntuales también. Recogimos nuestra maleta sin problemas y cogimos el RER, el tren de cercanías, para llegar a la Gare du Nord. Treinta minutos de tren y un paseo por unas calles oscuras y siniestras hasta el hotel nos fueron preparando el cuerpo para lo que nos íbamos a encontrar.

El hotel Merryl está en la Rue Pajol, esquina con el Boulevard la Chapelle, es pequeño y las habitaciones son poco más que una bañera, pero las sábanas están limpias y la habitación tiene baño completo. La pequeña televisión está sobre una tabla encimera pegada a la pared que no mide ni treinta centímetros de fondo, lo justo para la tele, una botella de agua y una chocolatina. El armario es mínimo y la ducha es pequeñísima. Por 70€ con desayuno incluido para los dos, es una autentica birria parisina. Desolé del todo.

Del berrinche que tenía por la mierda de hotel que yo misma había buscado y encontrado no podía ni dormirme, ¿Cómo hemos llegado a esto? Me preguntaba cada vez que un tremendo ruido me sacaba de mi duermevela.   La verdad es que este viaje lo organizamos nosotros, yo, no la agencia de viajes y que mi ignorancia era tan grande entonces que pensaba que por 70 euros podría encontrar algo decente en el centro de París.

7 de diciembre Jueves  -  Exhausted, I am exhausted

Tras el tradicional desayuno a la francesa, café y croissant, nos fuimos a la calle y a la lluvia. Metro desde la estación de La Chapelle, al lado de nuestro hotel, hasta el Foro des Halles, que es una inmensa galería comercial que recorrimos entera antes de que abrieran las tiendas buscando un paraguas porque nos dejamos los nuestros en casa. Cuando vimos los escaparates, la decoración de Navidad y yo hice las fotos en la terraza, salimos de allí hacia otros grandes almacenes del Centro Pompidou a por el paraguas dichoso. Como no encontramos nada, compramos un paraguas de mierda a un senegalés en una esquina por cinco euros. No fue una buena compra, pero era lo que había. Paraguas para turistas necesitados, muy necesitados.

Paseamos por el Hotel de la Ville y por una iglesia con portada neoclásica e interior gótico, Saint Gervais. Cruzamos bajo el viento y la lluvia hasta la catedral de Notre Dame, en las pequeña isla del Sena. Las colas para subir a las torres cruzaban toda la plaza y allí, entre aquella multitud de turistas que aguantaban el frio y la lluvia como los valientes, nos encontramos a Antonio y Lidia que estaban también pasando este puente en parís con sus amigos Emilio y Encarna (unos años más tarde Emilio nos compró el Ford). Los dejamos allí esperando y nosotros entramos a ver la catedral, pero nos quedamos sin subir a la torre. Hicimos una visita muy breve, no sé por qué. Recuerdo que había muchos bancos, muchas sillas y muchísima gente.

 Salimos de nuevo a la lluvia y antes de llegar a la siguiente esquina de la manzana el paraguas se había vuelto por el viento tan fuerte que soplaba y lo dejamos hecho un pingajo en una papelera. No nos llegó ni a la Plaza de las Flores, que estaba justo al lado.

Fueron unos momentos horrorosos, el mal tiempo nos estaba amargando el viaje. Fuimos de nuevo al Forum des Halles y allí echamos otro buen rato pero al menos nos compramos sendos chaquetones calentitos e impermeables por 35€ cada uno y metimos los que llevábamos empapados en unas bolsas que tuvimos que pasear el resto del día. La chica de la tienda de deportes nos maltrató, se quedó con mi gorro de lana por el que me había cobrado 7€ y un tipo de seguridad nos echó de las escalinatas donde nos habíamos sentado para comer nuestra ensalada con una Coca-Cola, en un packed lunch que habíamos comprado por 10.50€ e incluía, pan y postre. De pie engullimos el resto y salimos, después de haber tenido que entrar y pagar un café para poder usar los servicios de una cafetería, Al menos teníamos el estomago confortado e íbamos calientes y echamos a andar y andar de un lado a otro. Cruzamos al otro lado del río, por los Quai hasta que llegamos a la Torre Eiffel y yo le hice fotos a los pilares de la torre, a las colas de los que esperaban para subir, y a los hierros de esa enorme estructura y nos volvimos por el mismo sitio.

Entramos en el Museo del Quai d’Orsai, el de los impresionistas y lo primero que hicimos fue tomarnos un café en la cafetería en la última planta entre muchísima gente. Estábamos agobiados con tanta bulla y nos pusimos a ver el museo sin planificarlo bien, al buen tuntún. Con decir que recogimos la guía de la visita cuando ya salíamos está claro que nuestra visita a este maravilloso museo fue otro fracaso más de este larguísimo día.

Andando buscamos la parada de metro más próxima para volver al hotel, pero antes de llegar al hotel nos fuimos a Montmatre desde Pigalle. Aquello de noche era cutre de morirse y estaba más lejos de lo que parecía en nuestro plano de Paris. El Boulevard de la Chapelle no terminaba nunca, no llegábamos a ningún sitio y nos volvimos. Descansamos un rato en el hotel y salimos a buscar algo para cenar. En un restaurante chino comimos algo caliente que nos consoló un poco. Hoy sí que dormí bien.

8 de diciembre, viernes - Otro día para la historia del turismo.

Directamente nos fuimos al Louvre porque llovía a cantaros desde la misma puerta del hotel, y como nosotros miles de turistas más.  Paseamos de aquí para allá en el museo, sin orden ni planificación ninguna. Yo quería verlo todo, y todo es demasiado. No sé ni lo que vi, ni lo que me perdí. 

Comimos en la zona de restauración del museo - una fila de quioscos de diferentes tipos de comidas y una zona de mesas grandes con bancos. Aquello estaba abarrotado de turistas. Yo ya no podía más. En realidad tenía una enorme crisis de hipoglucemia, porque en cuanto me comí un cuarto de pollo con patatas fritas y una boison por otros 10.50€, me encontré mucho mejor.

Salimos de allí y tomamos un café y un pastelito cerca del Palais Royal por donde paseamos entre columnas a rayas que eran una instalación artística. Llegamos hasta el Centro Pompidou y entramos a dar una vuelta pero sin detenernos en ninguna de las atractivas exposiciones temporales que se anunciaban en el gran vestíbulo. Yo, en concreto, me quedé colgada del cohete espacial rojo en el que Tintín llegó a la luna reproducido a gran tamaño en la entrada del Centro Pompidou. Había una exposición sobre estos personajes, pero ni pensar en parar a verla. Salimos de allí y nos acercamos a la fuente  Anduvimos por la Bourse, el Boulevard Sebastopol, l’hotel de la Ville, la Rue Rivoli hasta la plaza de los Vosgos (Les Vosgues) en el Marais, el barrio mas cool de París.

Esta parte ya estuvo mucho mejor. Caminábamos relajados disfrutando del paseo, vimos tiendas preciosas- en una de ellas me probé una preciosa chaqueta muy francesa y muy elegante que no me atrevía comprar porque no era muy barata- qué tonta. Descansamos en un café, entramos en galerías de arte y tiendas de artesanía africana en los laterales de la plaza, me compré un gorrito de lana muy coqueto.

Lo peor fue cuando salimos de aquel ambiente tan agradable y después de llegar a la plaza de la Bastilla caminar junto al canal hasta el puente de la Isla de San Luis. Hacía mucho frío, mucha humedad y seguía lloviendo.

En Surly cogimos el metro por fin y cenamos en el mismo restaurante chino cutre del otro día.

9 de diciembre, sábado

Por fin amaneció despejado, un buen día para pasear y disfrutar de París. Nos olvidamos de museos y monumentos y nos fuimos a la calle.  Solamente volvimos a la entrada nueva del Louvre, bajo las dos pirámides de cristal a la tienda del museo y compré un imán y unas postales y vimos aquello con más tranquilidad.

Al salir, los paseos de las Tullerias estaban fríos pero agradables y los seguimos hasta la Concorde, el Obelisco y los grandes palacios que forman la plaza y la rodean de cerca y de lejos. Entramos un minuto en el Jeu de Pomme, frente a l’Orangerie donde había una de las miles de exposiciones de fotos con las que nos hemos tropezado a lo largo y ancho de París. ¡Qué pena ha sido no poder disfrutar de ninguna!

Desde el obelisco se ve la Asamblea Nacional, el Parlamento francés, al otro lado del Sena. También se veía el Arco del Triunfo al final de los Campos Elíseos, el Louvre – de donde veníamos- y la Madeleine a donde nos dirigimos, la calle de las tiendas súper lujosas.

En la rue Fauburgh St Honoré había de todo hasta un Ferrari Testarrosa con el motor a la vista bajo un capó transparente y una tienda de puros habanos buenísimos decorada con la imagen del Che Guevara – ¡contradicciones!.

Vimos las embajadas de Estados Unidos y del Reino Unido, el Palacio del Eliseo, el Ministerio del Interior y la tienda de antigüedades de Rossi - uno de los ex maridos de Carmencita Franco- y llegamos hasta la Plaza Vendome donde había un maravilloso ambiente de fiesta con un maratón de la tele con globos, una concentración de moteros vestidos de cuero negro con sus Harley Davidson, un concierto de bombos y tambores, los quioscos de Navidad y la decoración navideña más bonita que yo haya visto nunca,  con guirnaldas blancas y luminosas rematadas por colgantes de cristal que brillaban como 'diamantes tan grandes como el Ritz' - como el cuento de Scott Fitzgerald. En el centro hay otro obelisco y en la plaza hay fantásticas joyerías y preciosas tiendas y un hotel de leyenda, El Ritz, pero allí no estaban ni Hemingway, ni Scott Fitzgerald ni ningún autor maldito o borracho salía por su puerta para saludarnos.

Llegamos a la Opera por su Boulevard, cruzamos una especie de nuevo centro comercial bastante vacío hecho de cristal y metal por Ricardo Bofill y detrás de la Opera en el Boulevard Haussman llegamos a los Almacenes Lafayette que estaban probando la iluminación de Navidad. Tenían los escaparates más espectaculares que yo nunca he visto. Lo más creativo, comercial y atractivo que se puede hacer para mayores y niños.

Justo al lado estaban los Almacenes Printemps con tres espectaculares edificios en la misma avenida, Entramos en ellos buscando una cúpula que venía en la guía pero que no conseguimos encontrar y nos perdimos por sus plantas y ascensores, pero llegamos a la terraza panorámica del noveno piso donde había un pequeño restaurante con vistas maravillosas a la ciudad y donde yo tomé una petite salade y quiche du jour y Pedro tomó une grande salade avec frites y una coca cola, con vistas, ambiente local, y glamour francés incluidos en el precio. Fue una buena comida, por fin. Las vistas del tout  Paris eran fantásticas, pero los almacenes ofrecían demasiadas cosas y había demasiada gente.

Salimos de allí y cogimos el metro más cercano para volver al Marais y a la Plaza de les Vosgues. Hoy llegamos de día y pudimos apreciar mejor este barrio tan agradable donde había muchas galerías de arte abiertas, tiendas de ropa, músicos en las calles, pintores frente a sus caballetes o sencillamente la gente paseando sin prisas.

Paseamos por aquel barrio Rue Saint Antoine, y sobre todo por el barrio de Saint Paul con artistas, artesanos y diseñadores. Había un ambiente muy agradable con tantos  puestecillos, tiendas y los patios adornados y animados.

Llegamos casi hasta el río andando por el Hotel de Lens, que era un centro cultural, una biblioteca en lo que antes había sido el palacio de un Arzobispo junto a una escuela de niñas en el barrio judío, pero quizás porque era sábado y estaban en la sinagoga no vimos muchos judíos por allí, pero si vimos St Paul y el Marais. Es como la Ribera o el Born en Barcelona, un barrio antiguo que se está recuperando ahora y se llena de gente joven y profesionales por eso hay muy buen ambiente y tiendas maravillosas y asequibles.

Llegamos por la Rue Rivoli hasta el Hotel de la Ville y allí cerca nos paramos por fin para tomar algo caliente, yo un chocolate vienesse y Pedro un café; un rato de descanso y echamos de nuevo a andar por la Rue Rivoli hasta la Opera y los Almacenes Printemps donde volvimos a subir a la terraza para ver Paris la Nuit desde lo alto. Finalmente en metro hasta el hotel también agotados más satisfechos y relajados que los otros dos días-

Domingo Día 10 de diciembre

Ha sido el mejor día con diferencia, hemos hecho un montón de visitas y sin embargo algunas cosas han sido emocionantes, relajadas y fantásticas,

Primero fuimos al barrio de La Defense. A mí los edificios modernos me encantan y en cuanto nos bajamos del metro me puse a hacer fotos como una loca.

Subimos a todo lo alto del Arco de la Defense, que está alineado con el Arco del Triunfo mas allá de los Campos Elíseos. Es un Arco-cubo alucinante, impresionante, majestuoso. Espero que las fotos reflejen toda su grandeza, así como de todo el inmenso complejo de bloques de oficinas y viviendas que han levantado allí.  Subimos con los ascensores a todo lo alto del arco cubo. 7.50€ cada uno. Solo por esta subida en el ascensor transparente ya merecía la pena, las vistas ya eran impresionantes y desde arriba mucho mejor aun. Desde la terraza teníamos todo París ante nosotros. Fotos, paseo, un café.

Además de rascacielos hay centros comerciales y hoy había un gran mercadillo de Navidad en la gran Plaza Central. 

Metro de nuevo hasta Chatelet en el centro. Cruzamos a la Isle de la Cité y como ya no había cola pudimos entrar a ver la Sainte Chapelle, 6.50€ por ver una capilla gótica preciosa y decorada por todos sitios aunque en las fotos de la guía se veía más bonita y más limpia,

Cruzamos el puente Saint Michael hacia la Rive Gauche y vimos una iglesia con banderolas de colores muy alegres en la puerta y una columna gótica retorcida, no se cual es, quizás Saint Severin luego otra iglesia, St Julian-Le-Pauvre donde una coral ensayaba temas navideños. Paseamos por unas callejuelas con casas antiguas de París, subimos hacia la Sorbonne y al Museo de Clunny y llegamos al Panteón, donde vimos una extraña exposición de huevos gigantes metidos en telas elásticas que bajaban del cielo. Bajo la cúpula del Panteón se encuentra el famosísimo Péndulo de Foucault y yo me distraje mirando hacia arriba y haciendo fotos de los huevos y por poco tumbo los postecitos del Péndulo. Un conserje amable me avisó del peligro.

Desde allí nos fuimos a los Jardines de Luxemburgo donde los niños juegan con los barquitos en el estanque y las familias se sientan en unas sillas como de terraza de un bar andaluz a verlos jugar. Al fondo se veía el Observatorio y cuando dejamos los Jardines visitamos la iglesia de Sant Sulspice donde está la línea del Meridiano de París, el meridiano cero que aparecía en la novela El Código da Vinci. También había un gnomon y un chaval español que estaba por allí -lo que ahora se llama un friqui- nos lo explicó estupendamente.

Delante de esa iglesia había otro mercadillo navideño y por el camino, frente al Instituto Húngaro Institut Culturel Hongrois, por la calle Bonaparte había una exposición de fotografías en blanco y negro sobre la invasión soviética a Hungría en 1956, y recuerdo que en el barrio de Saint Paul estaba el Museo de la Fotografía – Casa Europea de la Fotografía y allí recogí un folleto que hablaba de las 1000 exposiciones de fotos que se celebraban en París en este momento y que yo NO iba a visitar. Sé que hice fotos de esta curiosa iglesia, de esta calle y de los paneles de esta exposición al aire libre, pero se perdieron en la noche de los tiempos.

Llegamos al Boulevard de Saint Germain y paseamos viendo las tiendas y la gente y llegamos hasta la iglesia de Saint Germain y aquello fue maravilloso. Vimos las casas de los intelectuales divinos en la plaza, la casa de Simone de Beauvoir y Sartre - Rue de Bonaparte, 42-. La manifestación en contra de los ataques a las mujeres en Darfour, la gente con carteles y flores blancas, el concierto coral multicolor en la iglesia de Saint Severin.

Me hubiera quedado allí, en la iglesia y en la plaza toda la tarde, pero seguimos paseando por el Boulevard y ya cerca de las cuatro de la tarde nos comimos una ensalada en un sitio tranquilo y enseguida salimos a pasear por el Boulevard Saint Michael y para adelante y entre estas calles y callejuelas compramos un libro sobre Katherine Hepburn y volvimos al Marche de St Germain y a tomar café y chocolate y a los toilettes y tras el descanso subimos en dirección al Sena, a la Isla de la Cité de nuevo.

Ya frente a Notre Dame, decidimos volver a entrar y verla mejor sin tanto agobio y con olor a incienso. Estaba terminando la misa de domingo y ahora más iluminada se veía todo mucho mejor. Volvimos a cruzar el Sena y vimos la pista de patinaje ya montada para las vacaciones escolares en la cerca  Navidad junto al Hotel de la Ville; callejeamos por allí cerca, junto al Centro Pompidou por la Rue Saint Louis y Bulevar Sebastopol, y seguimos esta calle toda hacia arriba, hacia el norte andando hasta que llegamos al Hotel.  Pasadas ya las dos estaciones, la Garde d’Est y la Gare du Nord, el ambiente estaba un poco solitario y bastante deprimente, lleno de multiculturalismo y tiendas de pakistaníes y bengalíes. Recordaba a Brick Lane, la calle donde vivía Ara en Londres, y ya más cerca del hotel era un barrio totalmente marroquí.

Ahora escribo en la habitación, tan cansados que no hemos salido ni a cenar.

Lunes 11 de diciembre  - Regreso a casa

Dejamos pronto el horrible Hotel Merryl de la Rue Pujol esquina Bulevar de la Chapelle de dos estrellas y tres metros cuadrados de habitación.

Llegamos muy pronto al aeropuerto Charles de Gaulle porque ya era lunes y no era hora punta. No había follón de gente en ningún sitio, ni en nuestra estación de metro, ni en la Gare du Nord. El aeropuerto es muy moderno, muy grande y muy desorganizado. Los mostradores de facturación no están en el vestíbulo principal, sino que se entra ya como en un pre-embarque y allí esperamos dos horas a que abrieran nuestro mostrador de Air Europa. 

Yo me compré el CD nuevo de Françoise Hardy de duetos, la revista Harper Bazar y regalos para nuestra gente y una botellita de agua mineral e hice tiempo mientras Pedro se leía una novela y el periódico. Por fin nos dieron la tarjeta de embarque y peleamos en otra cola caótica para pasar el control de seguridad y de nuevo a esperar el embarque del avión. Volamos con Air Europa y esta vez no nos dieron comida como los de Air France. Yo tomé un bocata y una cerveza y Pedro no quiso comer nada. Llegamos a las cuatro a Málaga, según lo previsto, recogimos el coche en Parking Airport y a casa.

FIN DE LA CRÓNICA Y DEL VIAJE


 

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