Roma - Octubre de 2014

DOMINGO 12 DE OCTUBRE - Viaje

Nuestro vuelo de Ryan Air nos deja en el aeropuerto Low Cost de Roma, el Ciampino. El calor se nota nada más bajar del avión. Hay mucha gente por todos sitios  pero nuestras maletas salen rápidamente por la cinta de equipaje y enseguida estamos listos para salir de allí. En la puerta tomamos el autobús para Roma, pero no podemos ver nada de la zona por donde pasamos porque ya es de noche. Parecen polígonos industriales típicos de las afueras de la ciudad; son por barrios sucios, deteriorados, llenos de grafiti por todas las paredes. Tardamos mucho tiempo en atravesar esa horrible muralla y llegar al centro de Roma. Descorazona mucho llegar a una ciudad así.

Estación Termini

El autobús nos lleva a la famosa Estación Termini donde hay una gran multitud de personas moviéndose de un lado a otro. Nosotros estamos aturdidos y despistados y tratamos de orientarnos  con el pequeño mapa de Google Maps que yo llevaba. Sabía que el hotel estaba muy cerca, apenas diez minutos a pie, pero ¿en qué dirección?  

Dicen que preguntando se llega a Roma, así llegamos nosotros a nuestro hotel. En el camino cruzamos delante de una inmensa Basílica, Santa María Maggiore. Justo por allí cerca nuestro hotel.

El Hotel Viminale tenía cuatro estrellas y como tal nos cobraron los seis euros diarios por persona por tasa turística, pero en España este hotel con tres estrellas ya hubiera estado bien valorado. Nuestra habitación de la primera noche, la 502, estaba en el ático y el ascensor solo llegaba a la cuarta planta, así que subimos un último piso tirando de la maleta. 

Vista desde la habitación
 A mí me encantó la habitación. No era  muy grande pero tenía una pequeña terraza con una mesita y dos sillas, perfecta para una copa de vino blanco por la noche con vistas a la calle Cesare Balbo y al Ministerio de Interior. Se veían árboles y pinos de los jardines de las casas  de alrededor y del Ministerio. Se oían las gaviotas y los cuervos o grajos y a veces también oíamos los rezos y cánticos de la comunidad judía que tenía una sinagoga junto al hotel. Ya sabíamos de antemano qué días tenían lugar sus celebraciones y sus reuniones porque un coche de carabinieri en la puerta nos lo indicaba.

Dejamos nuestro equipaje en la habitación y nos fuimos a cenar a un restaurante en la esquina de la calle al que no volvimos más.  Tomamos verdura a la plancha, ensalada, patatas fritas y vino y yo pedí algo de queso para acompañar esa extraña comida, pero no nos trajeron el vino y nos lo cobraron. En compensación nos dieron una botellita de vino que nos tomamos en la habitación antes de echarnos a dormir totalmente agotados.

 LUNES 14 de octubre  Descubriendo Roma

Pasamos una mala noche por culpa de los chinches que había en la cama. Bajamos enseguida a quejarnos de la habitación y tuvimos que subir, volver a hacer las maletas y dejarlas en recepción para que nos dieran otra nueva y limpia. Yo quería haber montado un buen pollo, nos dimos cuenta más tarde que nos habían dado una habitación como de reserva, para emergencias, en la última planta, allí sola, sin ascensor, mal arreglada, el papel pintado se caía a pedazos, estaba sucia, no funcionaba el frigorífico… Lo único bueno era la terracita tan mona que tenía. Pero unos días más tarde vimos que por fin la habían limpiado y que los chinches no eran imaginaciones nuestras, ya nos habíamos visto las picaduras, claro, pero vimos también el cabecero tapizado de ‘nuestra cama’ en la calle junto al contenedor de la basura. Era el mejor sitio para el maldito cabecero tapizado que tenía un nido entero de bichos en el interior. 

 Después de este trasiego tomamos nuestro desayuno en la terraza patio del hotel bajo el campanario románico de una pequeña iglesia que nunca llegamos a visitar que tenia la entrada por una calle paralela, Vía Urbana. Nos ofrecieron lo normal: café, bollos, embutido, fruta en almíbar, cereales, yogur. Bien. Tomamos unas pocas fuerzas para un largo día.

COLISEO.- En nuestro plano de Roma todo parecía muy lejos del hotel, pero nos dimos cuenta pronto de que estábamos en muy buen sitio. Nuestra calle, Cesare Balbo, era pequeña y silenciosa y estaba a un paso de la vía CAVOUR y a medio paso de la VIA PANISPERNA,  que llegaba hasta la plaza Venecia en diez minutos y además estábamos en un barrio con mucho ambiente joven, MONTI,  y con muchos barecitos, tratorías, boutiques, tiendas de diseño, etc. Estupendo, había de todo. Todos los días cenamos en nuestro barrio, de cena formal o  de picoteo y siempre comimos bien y con un vino estupendo.

La verdad es que con los nervios y con los chinches nos habíamos levantado muy temprano y nos dispusimos pronto a hacer de turistas. A las nueve ya estábamos entrando por las taquillas del Coliseo, no había nada de cola y entramos enseguida a ver esa inmensa mole, ese laberinto macizo y hueco a la vez. Yo hacía fotos todo el tiempo y todo el mundo también. Los selfies eran una pesadilla y además la gente llevaba un palo para poner el palo en el extremo y disparar a distancia, además de meterle el palo al turista que tuvieran delante en mitad de la cabeza. Aquello era una locura de selfies, de palos y de gente por todos sitios. 

Paseamos por gradas, arena, cubículos, arcadas, galerías, arcos, puertas Por todos sitios. Había muchas tiendas de recuerdos y en una compramos unos imanes para nuestra nevera.Un pequeño coliseo con forma de corazón.

Desde allí nos fuimos a buscar la entrada al Foro por la Vía de San Gregorio después de admirar el Arco de Constantino y recordar que allí nos habíamos hecho una foto Pedro y yo cuando lo vimos en el Viaje de Estudios con los alumnos. Poco más recuerdo yo de aquella visita a Roma.

El paseo por el Palatino, la casa de Augusto, el Museo palatino, ruinas y piedras , el Arco de Tito, mas columnas, mas templos, la casa de las Vestales, el templo de Neptuno, la Curia o el Senado. Calor, sed y seguía habiendo muchísima gente y muchísimas fotos. A mí me impresionaba ver tanta historia allí esparcida y recordar algunas imágenes de los libros de texto, y pensaba cómo sería aquello hace 2000 años.

Salimos por el otro extremo cerca de la Plaza del Campidoglio. Me encantó y me dejó alucinada. Creo que me he quedado alucinada en tantas ocasiones que ya no lo voy a decir más. Me parece imposible describir tantas cosas maravillosas y tanta belleza.  La Plaza, diseñada por Miguel Angel,  tiene dos edificios casi paralelos, frente a frente. En medio está la copia de la estatua de Marco Aurelio. Hay una gran escalinata delante del tercer edificio y allí una fuente majestuosa con figuras monumentales y mas esculturas al comienzo de la escalinata, y justo al final de otra escalera empinada como una pared, que desemboca en la plaza en parte, la fachada triste y seria de Santa María Aracoeli y al fondo,  en la plaza Venecia, allá abajo la tarta blanca del Victoriano, el monumento al rey Víctor Manuel  allí siempre presente cuando pasábamos por la plaza Venecia  que era todos los días, pero nunca entramos como si hacía mucha otra gente. Bajamos por esa cuesta empinada y fuimos a ver el Foro y la famosa columna de Trajano a la que la también famosa Lozana Andaluza de Alberti le curaba ‘el mal de Nápoles’.

Nos dirigimos al hotel para ver qué había pasado con nuestro cambio de habitación  y adónde habían llevado nuestras maletas, pero antes paramos a comer en la Vía di Serpenti en nuestro barrio Monti, en la Pizzería Mario, un mostrador con taburetes y algunas mesas altas, donde se ofrecían muchas cosas para comer allí o llevar, pero yo estaba tan aturdida por la oferta, el idioma, el ruido y la gente  que no sabía qué pedir o cómo pedirlo. Lasaña y un  poco de pizza. Pedro fue a buscar el vino, y se cortó en la mano con el sacacorchos que le dieron. Aquello era un poco de autoservicio para locales que conocían el tema y elegían cosas realmente ricas. Pedimos también un tomate relleno, pero se notaba que éramos unos ignorantes. Al final yo decidí preguntar medio en español, medio inglés y entendí cómo iba aquello.

En el hotel nos dan la habitación 202, que también tiene un pequeño balcón con vistas a las maravillosas terrazas de los vecinos romanos y a los cánticos de la sinagoga. Ducha y a la calle de nuevo.

Por Vía Nazionale vamos cogiendo el pulso a la ciudad: tiendas, edificios, muchas iglesias. Antiguo Palacio de Exposiciones de los años 30. Palacio del Quirinal, plaza del Quirinal, columna de Marco Aurelio. Llegamos por fin a la Fontana de Trevi, que está en obras, cubierta de lonas y andamios y sin gota de agua. Que decepción. De allí vamos al Panteón de Agripa y lo visitamos tranquilamente, mejor que en nuestro anterior viaje. Por fin un larguísimo descanso en una terraza de la Piazza de la Rotonda.  Yo me tomé una cerveza grandísima  y Pedro media botella de vino. Amortizamos nuestro pedido por todo el largo rato que estuvimos allí sentados viendo a la gente pasar: parejas, familias, turistas, fotos, grupos que seguían a los guías, músicos callejeros y el dueño del bar buscando clientes para su terraza. Era un mundo fantástico.

Cuando terminó nuestro descanso rodeamos el Panteón y fuimos a la Plaza Minerva, donde está el pequeño elefante que lleva en el lomo un obelisco y entramos en la maravillosa iglesia de Santa María Supra Minerva, que nos dejó la boca abierta para el resto del viaje. Era la primera iglesia donde entrábamos y no podíamos creer lo que estábamos contemplando: arte, riqueza, elegancia, belleza, historia. El interior estaba restaurado y limpio y la decoración brillaba desde las paredes, el techo y el suelo – esos suelos de las iglesias romanas-. Esto solo fue el principio.

Volvimos en dirección al hotel perdidos con el plano en la mano y sin saber cómo llegar. Dove siamos? Esa era nuestra pregunta a todo el mundo. Conseguimos llegar. Otro pequeño arreglo y a la calle, a cenar. Descubrimos un bareto con marcha y música donde nos tomamos unos platos de embutido y unos vinos, un cuartito de vino blanco. Estábamos rodeados de gente joven romana que cenaban en mesitas pequeñas en un lugar súper abarrotado con mucho encanto y con muchas citas de Dante escritas en las paredes- la gente, muy amable, nos entendía en español, en inglés y en italiano.

 Martes 14 de Octubre

Después del desayuno en el hotel con vistas al campanile románico, fuimos a la estación Termini y compramos los billetes para ir a Florencia el día 18 en el  tren regional de las 8.58 am. Allí mismo, en una estación con aspecto de estar recién inaugurada tomamos el metro para Ottaviano. Había muchísima gente,  Ottaviano es la parada más cerca de la Ciudad del Vaticano, pero aun teníamos que andar unos cientos de metros y por todo este camino otros cientos de jóvenes nos ofrecían la visita guiada a los Museos Vaticanos sin hacer la cola. Delante de la Basílica de San Pedro también hay una cola enorme.

La verdad es que hay tanta gente por todos sitios que me pregunto de dónde saqué yo la idea de que Octubre no era temporada alta en Roma. Estamos despistados y agobiados. Yo ya había comprado las entradas para los Museos Vaticanos por Internet y las tenía conmigo pero nos daban tanta murga con que nos evitaríamos las colas que me agobié pensando que nosotros también tendríamos que hacerlas – cosa que luego vimos que no era cierto. Se me ocurrió la genial idea de preguntar a uno de estos muchachos y nos enrolló en un grupo de visitantes formado por latinoamericanos (Chile, Argentina y México y Brasileños, Portugueses y de Madeira) algunos españoles – dos vascos-  con un guía que hablaba español y portugués.  Pagamos 25€ cada uno por tener el guía. Estaba claro que fue un tremendo error, un horror.

La entrada nada más era un maremágnum de gente de todos los países y diferentes colas para los grupos, los solitarios y los tontos como nosotros que no hubiéramos tenido que hacer ninguna cola.

Los Museos Vaticanos tienen 20000 visitas diarias y entrar a visitarlos es como embarcarse en un río, seguir la corriente de toda esta gente que deambula por pasillos y tú no puedes pararte a ver nada. No te da tiempo a reconocer las obras de arte, a buscar esta o aquella escultura que sabes que están allí. La corriente te arrastra y te engulle. No disfrutas del arte, al contrario acabas deseando salir de ese enorme remolino.

 Además parece que los grupos con guías tienen limitado el tiempo que pueden estar dentro del museo y de las dos horas que en teoría duraba la visita, pasamos una hora en el patio de la piña mientras el guía nos contaba mil detalles que en ese momento no me interesaban lo mas mínimo y lo repetía todo en los dos idiomas. Así que durante la única hora que estuvimos dentro no vimos casi nada, y lo que vimos era de pasada, corriendo, con fotos movidas llenas de gente haciendo fotos. No vimos ni la escalera famosa de los museos, ni los frescos de Rafael, ni muchas otras cosas importantes. Solo recuerdo el Apolo de Belvedere, el Laoconte, la reproducción del Panteón, las galerías de los mapas y muchas otras galerías sin nombre. También vimos muchas esculturas romanas, griegas y mucha gente.  Pasamos muy rápidamente por la Capilla Sixtina y se acabó la visita. Nos despedimos allí del guía y del grupo. La próxima vez (¿) no cogeremos guía, o quizás mejor me compre un libro o lo vea en Internet. Disfrutaré más de las obras de arte. Qué decepción

Desde allí pasamos directamente a la Basílica de San Pedro. Allí sí pudimos pasear tranquilamente y disfrutar de tanta maravilla y no como cuando fuimos con los alumnos. Es todo tan espectacular que ya no tengo palabras.

Estábamos ya muy cansados y muertos de hambre y nos sentamos a comer en el primer restaurante para turistas que vimos cuando dejamos la Plaza de San Pedro. En una terraza con muchas otras mesitas con manteles de cuadros rojos y maceta de romero y muchos otros turistas yo me tomé una pizza de cartón y Pedro unos espaguetis para guiris; pero recuperamos fuerzas y nos dirigimos al Castillo de Sant Angelo que solo vimos por fuera. Había jardines, niños y más turistas y una Oficina de Turismo. Desde allí cruzamos el Puente de los Ángeles. Peatonal, precioso.

Callejeamos y llegamos hasta Piazza Navona, yo me iba tomando un helado que no recuerdo donde compré. Visitamos la iglesia  de Santa Inés en Agonía que es el gran edificio detrás de la gran fuente de los cuatro ríos de esta plaza. Malos recuerdos, cuando durante el viaje de estudios llegamos hasta aquí yo ya estaba al borde de los nervios y no pude ver nada. Ahora lo disfruto de verdad.

Desde allí llegamos hasta el Campo di Fiori pero era demasiado tarde y estaban recogiendo los puestos de flores y verduras y todo estaba lleno de suciedad. Pisando alcachofas y lechugas nos acercamos a ver la estatua de Giordano Bruno. Pobre, lo quemaron en esta plaza y ahora casi iban a hacer menestra con él.  Me habría gustado ver la Plaza de Fiori por la mañana con los puestos abiertos. Seguro que era muy típico y tópico romano.

Por Vía Vittorio Emanuel llegamos al Área  Sacra de Largo de Torre Argentina, donde están casi todos los gatos de Roma; no todos, porque se reparten entre los foros y las calles, pero casi. Cerca de allí entramos en la Iglesia del Gesù, la primera iglesia jesuita de Roma.

Por Vía Plebiscito llegamos a Plaza Venecia, como siempre y de allí al hotel donde descansamos un rato. Hoy nuestra cena fue en el restaurante La Carbonara donde ayer reservamos mesa. Creo que tomamos pasta y estaba muy ricas, como siempre. Fue un buen momento. Antes de la cena tomamos un cuartito de vino en el mismo bareto de ayer.

Sigue haciendo muy buen tiempo y no veníamos preparados  de ropa para tanto calor, así que por la noche lavo nuestras camisas más frescas y las dejo secar en el balcón. También escribo estas crónicas, sin fuerzas ni para sujetar el bolígrafo.

 Miércoles 15 de Octubre

Desayuno habitual en el patio terraza.

Hoy nos fuimos a ver la Basílica de Santa María Maggiore cuyas cúpulas y campanile se ven desde la terraza del hotel en la quinta planta. Está tan cerca que oímos las campanadas todo el día.

Es una iglesia magnifica, como todas por aquí, una inmensa Basílica bien cuidada y conservada llena de obras de arte, un suelo de mosaicos  muy especial, cuadros, esculturas y un museo. Yo quería ver la loggia exterior y los mosaicos de la escalera pero solo se permitían visitas guiadas y eran bastante más tarde. No pudo ser. Si que visité los servicios, y me asombré de ver lo nuevos y limpios que estaban. Me impactaron.

Desde allí nos fuimos por Vía Torino a la Plaza de la República, pasamos por el teatro de la Opera y por una tienda de cristal donde compramos unas pequeñas figuritas para nosotros y para regalos.

En la Plaza de la República hay unas galerías porticadas muy elegantes y una fuente también muy interesante, la fuente de las Náyades,  pero no habíamos llegado hasta allí por ver estas cosas.  Veníamos a visitar la Basílica de Santa María degli Angeli edificada en las Termas de Diocleciano y de hecho aún se mantienen restos de estas termas en la iglesia, como la fachada principal y el vestíbulo redondo precioso. Justo a la entrada había una Cabeza de Bautista de Igor Mitoraj, el de las esculturas que hubo expuestas en las calles de Granada en 2006. A mí me encantó el meridiano que dibuja  la luz de un rayo de sol que entra por un gnomo en la pared. Además de la cabeza del Bautista había otras esculturas modernas expuestas en la iglesia.

Por las Vía de las Cuatro Fuentes llegamos al Palacio Barberini. Una pelea de arquitectos hizo que en este inmenso edificio hubiera dos escaleras, una redonda espectacular de Borromini y otra cuadrada, sobria y elegante, de Bernini. Ahora es un museo en el que nosotros no entramos – no hay tiempo para tanto arte. Solo paseamos por los jardines y vimos las escaleras. Me hubiera encantado entrar, la verdad: otra visita pendiente para la próxima vez. De todas formas ver el edificio y las magnificas escaleras ya me pareció un sueño y me resultó curioso que en los jardines hubiera una especie de club privado para militares donde estuvimos curioseando y preguntándonos como habrían conseguido instalarse allí. También disfrutñe tanto ene stre palacio porque no había muchedumbres de turistas. Eramos muy pocos visitantes. Los privilegiados.

Lo siguiente fue la Plaza Barberini con sus maravillosas fuentes limpias espectaculares. Fotos y sonrisas. La fuente del Tritón y la de la Avispa, el emblema de la casa Barberini.

 Por Vía Sistina entre lujosas tiendas de ropa, llegamos a la Iglesia Trinità dei Monti, que está en lo alto de los escalones de la Plaza de España. No podíamos irnos de Roma sin haber estado allí, pero al principio me decepcionó, no se parecía a lo que yo conocía por las películas. No sé si era porque había tanta gente que no se podía ver nada bien o porque no había flores en la escalinata o porque la iglesia estaba cubierta por andamios con un gran anuncio de moda, o porque no estaban allí los protagonistas de Vacaciones en Roma. No sé, aquello no era lo que yo esperaba, aunque poco a poco me fui metiendo en el ambiente que me rodeaba y me encantó otra vez. Hicimos una pausa, yo me senté en los escalones para las fotos y para ver la fuente que había allí abajo, tan limpia, tan nueva. La Fuente de la Barcaza.

Por Vía Babuino, con más tiendas de lujo, llegamos hasta la Plaza del Popolo. Era inmensa, había un obelisco, dos fuentes y tres iglesias y un gran arco de triunfo al que nos asomamos para comprobar que allí empieza la Roma real, la que no está cerrada al tráfico, la que soporta los coches y la vida normal de los romanos, la que no es para los turistas. Asomamos la cabeza, nos aturdió el ruido y nos volvimos a nuestro mundo turístico.

En un lado de la plaza estaban los jardines de la Villa Borghese. Otra visita pendiente para la próxima vez.

En medio de la plaza  una pareja de novios se hacía fotos como ya los habíamos visto en el Foro o como en el Vieux Port de Marsella. No serían los únicos novios que veríamos en este viaje.

Por Vía Ripetta llegamos hasta la Pizzeria Pizza Re – venia en nuestra guía- y allí comimos muy bien. Yo tomé una pizza capriciosa y Pedro una gran ensalada y compartimos.

Luego fuimos a ver el Mausoleo de Augusto, que es solo un montículo lleno de maleza.  (Ahora que escribo esta crónica, en febrero de 2021 acabo de ver en la prensa que han restaurado este Mausoleo que había estado abandonado durante 80 años y se inaugura en abril de este año – para quien pueda ir a Roma)

Justo enfrente del Mausoleo se encuntra el Museo del Ara Pacis, un sobrio edificio blanco de Richard Meier donde también vimos una exposición de fotos de Henry Cartier Breson que me gustó mucho y me comprçe el libro de la exposición.

El edificio del museo es blanco, limpio, luminoso, sencillo: una gran caja donde están colocados los restos del Altar de la Paz, y paneles explicativos de todos los murales que desaparecieron a lo largo del tiempo. Me gustó el continente, me pareció muy interesante el contenido, pero de historia de Roma Pedro sabe mucho más que yo.

Seguimos con nuestro callejeo, pasamos junto a la Embajada de España en el palacio Borghese. Pedro se cabrea de ver tanto despilfarro, tanto lujo. También visitamos la Iglesia de San Ignacio, pasamos por el Panteón en nuestro camino a los Museos Capitolinos en la Plaza del Campidoglio.

Éramos muy valientes porque estábamos cansados y hacía mucho calor. Ya en la taquilla no me hicieron ni caso cuando pregunté si teníamos precio reducido por ser profesores, pero en la cola una chica inglesa nos recomendó que subiéramos primero a la terraza del museo por las vistas y eso fue lo que hicimos: nada más entrar al museo y después de dejar la mochila en una taquilla y de hacernos unas fotos con los trozos gigantescos de una escultura de Constantino tomamos el ascensor y subimos a la terraza. Allí descansamos un buen rato y disfrutamos de las vistas y de un café en un lugar lleno de encanto. La verdad es que teníamos pocas ganas de ver más museos, pero buscamos algunas de las obras más importantes y nos centramos en ellas: la estatua real de marco Aurelio, no la copia, que está fuera en la plaza, el Gálata moribundo, Diana Efesina, bustos de emperadores romanos y filósofos, etc.

Como me pasa algunas veces con los museos, lo que más me gustó no venía en la guía, era el acceso a unas enormes ventanas con vistas al Foro desde lo alto. La tarde estaba cayendo mientras nosotros veíamos a la gente pasear entre las ruinas tranquilamente. Nos hicimos fotos en el contraluz de las ventanas y seguimos hasta el otro edificio del museo por un túnel bajo la Plaza del Campidoglio, pero ya no teníamos fuerzas para más visita y salimos a la plaza mientras el sol se ponía hacia el lado de la escalinata y se escondía tras las enormes estatuas que adornaban el comienzo de la escalera.  De todas formas aun nos atrevimos a subir a Santa María de Aracoeli, entramos en la iglesia y vimos columnas y restos de edificios romanos dentro de la iglesia, como un reciclaje de hace siglos. Las fotos no salieron bien, ya ni tenía fuerza para enfocar.

Regresamos al hotel por Plaza Venecia y por nuestra calle de siempre Panisperna. Un breve descanso y volvemos a salir para cenar relajadamente por nuestro barrio mientras charlamos y recordamos y apuntamos en la libreta los detalles de otro día intenso.

 Jueves 16 de Octubre

Desde el hotel fuimos directos a la iglesia de San Pietro in Vincoli, nos quedaba muy cerca. Por la Vía Cavour, una avenida fea y desangelada que lleva hasta el Coliseo, llegamos hasta esta iglesia que está como escondida, quitada de en medio. No es una iglesia de paso pero todos vamos hasta ella porque allí está el Moisés de Miguel Ángel, que me pareció tan fiero y tremendo y enorme como se ve en las fotos.

Había un grupo de turistas españoles con un guía visitando la iglesia y parados delante de el Moisés, pero hasta que no llegamos nosotros y echamos un euro para iluminar el grupo escultórico aquello estaba totalmente a oscuras pero nadie se había decidido a echar el dinero.

De allí salimos a buscar la Domus Aurea por el Parque de Trajano que parecía abandonado y sucio. Cerca habíamos pasado por una Facultad de Ingenieros y parecía que era un parque para los estudiantes pero también vimos mendigos y pandillas de inmigrantes tomando el fresco. No lo sé, yo veía algo triste y oscuro en aquel paraje. Vimos ruinas y excavaciones arqueológicas en lo alto de la colina, muchas tapadas con lonas y otras con gente trabajando. Ya sé que Roma es una ciudad donde nunca terminaran de excavar en busca de tesoros.

Por fin salimos de aquel parque donde lo único interesante eran unas fuentes de la época de Mussolini por Vía Labiana, una avenida ancha y sin ningún interés. En una bocacalle nos asomamos a ver la Chiessa de San Clemente. Desde fuera del recinto hice una foto. Luego vi en la guía que merecía la pena haber entrado a visitarla, pero pasamos de largo, como en muchos otros sitios.

Por una calle en obra donde reponían los típicos adoquines oscuros y cuadrados de Roma, Vía San Giovanni in Laterani, llegamos a la gran explanada que es Letrán.

Allí estaba la Plaza de Juan Pablo II justo detrás de la enorme Basílica de San Juan que tiene una gran plaza delante.

Entramos a ver la Basílica, abierta a todas las visitas sin pagar, como la gran mayoría de las iglesias romanas- Para ver el Claustro si tenemos que pagar la entrada y nos dieron una audio guía que nos explicó muy bien todo lo que teníamos a nuestro alrededor. --Mira el suelo, o la decoración de las columnas del claustro, o las lápidas o esculturas de las paredes, o las imágenes de la basílica, el altar mayor, los mosaicos.

También visitamos el Baptisterio, la Escalera Santa y el Santa Sanctórum, pero lo que más me gustó fue el Claustro con sus columnitas de mil formas diferentes, rellenas o  decoradas con mosaicos de colores y todas las piezas que había colgadas de las paredes, cada una con una historia de lo más peculiar. San Juan de Letrán era una de las iglesias que tenían que visitar los peregrinos que iban a Roma para ganar el Jubileo y todo eso nos lo explicaba la guía. Era una de las iglesias que mas peregrinos recibía y por eso había tantas reliquias,  obras de arte y cosas curiosas.

La fachada es realmente monumental, teatral. Los peregrinos debían de de quedarse atónitos al llegar hasta aquí.

Había anunciada una manifestación contra los recortes para el día 25 de octubre en esa gran plaza; no me extraña que hubieran elegido ese lugar. Allí podrían juntarse miles de personas fácilmente.

En un lado de la plaza se veía la muralla y la Puerta de San Giovanni. Por los jardines junto a la muralla, donde había un monumento bastante cursi a San Francisco de Asis, seguimos andando hasta llegar a la Basílica de la Santa Crocce. La guía decía que era una iglesia muy importante porque tenía muchísimas reliquias y también era de las iglesias que los peregrinos tenían que visitar para ganar el Jubileo. A mi me pareció una iglesia muy normal.

Frente a esta iglesia empezaba la Vía Santa Crocce de Gerusalem y nosotros anduvimos por ella para volver al centro. Pasamos por un barrio elegante donde no había turistas y por Vía Conte Verde llegamos a la Plaza Vittorio Enmanuelle II. En el centro de la plaza había unas ruinas macizas y feas junto al Monumento del Triunfo de Sila.

Siguiendo las indicaciones de la guía llegamos a un restaurante para comer pero era más un horno que otra cosa. Tenían toda clase de comidas para llevar para tomar allí de pie: pasta, pizza, bollería, empanadas, pasteles de hojaldre, crepes, emparedados. Todo tenía un aspecto muy apetitoso y yo me hubiera quedado allí, pero queríamos estar sentados y descansar y nos fuimos a un restaurante cercano donde yo me tomé un calzone con un huevo dentro y Pedro tomó pasta. Comimos muy tranquilamente y descansamos un buen rato allí al lado de un parque, muy agradable.

Cuando terminamos la comida seguimos nuestro recorrido turístico. Por Vía Carlo Alberto regresamos a la Plaza de Santa María Maggiore. En una elegante cafetería, muy romana con mucha gente en la barra y en las mesas, Pedro se tomó un expreso y yo una micro porcione de pastel buenísimo para reponer fuerzas. Por Vía Torino llegamos a la Piazza de la Republica y desde allí a la Chiesa de Santa María de la Vittoria, que estaba cerquísima. Tuvimos que esperar sentados en la escalinata de la entrada unos diez minutos porque aun no estaba abierta. Hacía mucho calor y me sorprendía pensar que aun no eran las tres de la tarde y ya habíamos visitado muchos lugares. A esta iglesia entramos solamente para ver el Éxtasis de Santa Teresa. No podía perderme este clásico: la iglesia de la contrarreforma atacó con fuerza en estos temas místicos y mis libros de historia del arte también.  Pero no sé si me agobió el éxtasis, el calor o el cansancio, pero allí en la iglesia, sentada en el banco desde donde veía a la Santa en pleno delirio, me entró una pájara de otra clase. No podía levantarme, me había quedado sin fuerzas. Poco a poco me fui reponiendo, con más voluntad que ganas de seguir ejerciendo de turista y volvimos a echarnos a la calle.

Por Vía 20 de Septiembre y Vía Quirinal fuimos paseando tranquilamente admirando edificios oficiales y más iglesias. Siempre nos cruzábamos con muchos coches de la policía y policías con muchos uniformes diferentes. En un parque de nuestro camino había un monumento a los Carabinieri que parecía un monumento a la guardia civil, con sus capas y sus sombreros extraños. Esta vez fue Pedro el que le hizo la foto, a veces yo guardaba mi cámara y la dejaba descansar un rato.  Es el Monumento celebrativo del Bicentenario dei Carabinieri

Entramos a ver la iglesia de San Andrés del Quirinal, donde había también un museo dedicado a San Estanislao de Koska, curioso santo que me traía recuerdos de las congregaciones marianas  (los estanislaos) y de mi adolescencia.

Por fin llegamos a la Fontana de Trevi que seguía en obras y con tanta gente alrededor como siempre. Yo conseguí acercarme a la pequeña charca que habían dejado libre para que los turistas echáramos la típica moneda. Claro que la eché y Pedro también. Queremos volver a Roma algún día. 

Cerca de la fuente paramos a tomar un café en un pequeño bar y seguimos con nuestro paseo.

En Vía del Seminario, en la Biblioteca del Senado, visitamos una exposición sobre la Resistencia y la Liberación de Roma. Había muchos artículos, fotos y libros con biografías e imágenes de gente que fue importante en aquellos momentos pero toda la informaciones estaba en italiano y los textos tenían una letra muy pequeña. A pesar de eso me gustó ver la exposición y saber que habíamos entrado en esa magnífica biblioteca.

Volvimos sobre nuestros pasos para visitar de nuevo la Iglesia de San Ignacio de Loyola para admirar los frescos de la bóveda desde un punto exacto marcado en el mármol. Ya habíamos admirado el otro día estos mismos frescos reflejados en un espejo colocado en el suelo, pero es que son totalmente espectaculares.-No sé por qué razón hoy el espejo era más pequeño y no se apreciaban tan bien. Seguramente alguien había roto el espejo grande.

Al final de la nave principal de la iglesia había una curiosa maqueta de  un templo lleno de templos.

Llegamos al Panteón, dimos un paseo por la Plaza Rotonda y por Plaza Minerva. En la Vía Cestar vimos varias tiendas de objetos religiosos, casullas, sotanas, etc. Todo elegante y especial para todos los que allí en Roma se juntan.

Pasamos por el Área Sacra de Largo Argentino, donde hay muchas ruinas semiexcavadas de varios templos y donde viven muchos gatos romanos.

Seguimos por Vía Arenula y nos asomamos al Puente Garibaldi. Vemos el rio Tíber y la isola Tiberina.

Yo ya no podía con mi alma, no me sentía capaz de dar un paso más y decidimos coger un autobús para volver al hotel. (Ahora hubiera cogido un taxi). Una señora nos indicó cual nos venía mejor y donde estaba la parada. Tomamos uno con dirección a Estación Termini, pero cuando ya estábamos dentro nos enteramos de que el conductor no vende billetes, que hay que comprarlos antes de montarse en el bus. Íbamos avergonzados de no tener billetes y nos bajamos antes de llegar a nuestro destino.

En el hotel descansamos un rato y salimos a tomar algo. Fue un día largo de verdad.

 Viernes 17 de Octubre -  Último día en ROMA

Por Vía urbana llegamos a la Plaza de la Suburra e hicimos fotos para mandárselas a Alfonso y Pedro porque era un lugar muy conocido en la antigua Roma por sus lupanares (prostíbulos). Estaba en nuestro barrio, Monti. 

Pasamos por la Chiesa de Santa María del Monte e hicimos una breve vista. Seguimos por calles estrechas, abandonadas y con edificios en muy mal estado, y llegamos a los Foros: Foro de Nerva, Foro de Augusto, Foro de Trajano y Foro de Cesar. Era la Vía dei Fori Imperiali (Claro). Subimos bordeando la tarta blanca del Vittoriano por la Cárcel Mamertina hasta el Campidoglio. Por unas calles pequeñas y terreno de piedras, rocas y arboles llegamos a la Roca Tarpeya, y desde allí bajamos en dirección al Tíber.

Pasamos junto al Teatro Marcelo que está incrustado en un bloque de casas y forma parte de su estructura.

Yo entré en la Chiesa de San Nicholas in Carcere – Pedro ya estaba harto de iglesias  y me esperó fuera. Nos acercamos a ver la Gran Sinagoga y ya estábamos en el Puente Fabricio, un puente peatonal que cruza a la Isola Tiberina. Justo en ese puente estaban rodando una película y vimos a toda la tribu que forman los del cine: técnicos, cámaras, director, ayudantes, actores y el storyboard pegado en un panel y apoyado en el pretil del puente.  Y el público, nosotros, mirando como embobados.

Yo, como Audrey Hepburn con Pedro de pose

Fuimos hacia el Foro Boario, el antiguo mercado de ganado; allí vimos dos templos: uno redondo dedicado a Hércules, y otro rectangular, el templo de Portunus, en una plaza con jardines y una fuente también interesante, y en la otra parte de la plaza la Iglesia de Santa María de Cosmedin. En el atrio de esta iglesia está la Boca de Verdad donde hicimos la cola preceptiva. Al final yo le di la cámara a un muchacho, nos pusimos junto a la Boca y nos hizo la foto. Todo bien organizado – la propina también,  claro.

Visitamos la iglesia, el suelo de mosaico cosmatesco era muy bonito, pero era pequeña, sencilla y pobre comparada con las grandes basílicas romanas.

Volvimos al Puente Fabricio donde seguían con el rodaje de la película, seguro que salimos como extras porque estuvimos allí mucho rato curioseando el rodaje.

Cruzamos por allí a la Isla, las vistas eran preciosas, pero la visita a la isla fue muy rápida. Por el otro puente ya con tráfico llegamos al Trastévere. Allí nos perdimos por sus calles pintorescas hasta que llegamos a la Plaza de Santa María del Trastévere. Visitamos la iglesia, llena de mosaicos bizantinos en el altar mayor maravillosos. El suelo, también de mosaicos cosmatesco  como en muchísimas iglesias de Roma es precioso.

Nos sentamos un rato en la Plaza, como los buenos, Pedro pide una cerveza, que es un cervezón (8€) y por ese precio descansamos, vamos al aseo y miramos a la gente pasar mientras admiramos la fachada de la Iglesia de Santa María y disfrutamos de un ambiente estupendo.

Paseamos por el barrio, yo hago fotos todo el tiempo de los detalles de las casas, las ventanas y puertas, las plantas que trepan por las paredes, las fuentes, la gente. Hay puestos de artesanía, tiendas de comida, tratorías, hippies locales y rincones pintorescos. Llegamos a una preciosa fuente junto a otro puente y más fotos. En el puente hay unas placas de recuerdo homenaje a una chica muerta en aquel lugar.

Subimos por Vía Garibaldi, más bien la cuesta, hasta que llegamos al Instituto Cervantes, y  los miradores cercanos, y la magnífica Fuente: la Fonte Acqua Paola Fontana dell’Acqua Paola – también llamada La Fontanona, la Gran Fuente, 1610-1612. Se construyó para celebrar el final de las obras del acueducto Acqua Paola, la restauró el papa Pablo V y tomo su nombre de este papa.

Las vistas de Roma desde los miradores eran fantásticas y nos hicimos un montón de fotos. Allí cerca estaba la residencia del Embajador español según parecía porque había una bandera de España y carteles de Embajada de España. Era para cabrearse, pero estábamos allí para disfrutar, no para enfadarnos.

Una pareja de novios se hacía fotos en la fuente. Pasó una vespa, había poca gente. Yo hacía fotos de todo.

No podía creer la suerte: allí cerca estaba el Templete de Bramante, en el Claustro de San Pietro in Montorio que estaba abierto y pude verlo y fotografiarlo. Era zona ‘española’, por eso se explica que el claustro estuviera abierto a pesar de que según el horario del cartel de la puerta debería estar cerrado a esa hora.  También cerca de allí estaba la Academia de España, otro centro de estudios no sé para qué privilegiados.

Mausoleo Ossario Garibaldino -1941
 Cuando bajamos de esta colina por  un precioso parque bosque vimos un monumento a los caídos de las guerras del siglo XIX. Il Mausoleo Ossario Garibaldino. Un edificio espectacular que era un bloque cuadrado blanco de mármol, de líneas limpias y rectas."Diseñado por el arquitecto Giovanni Jacobucci (1895-1970) y solemnemente inaugurado el 3 de noviembre de 1941, tras dos años de trabajo, el Mausoleo custodia los restos mortales de los caídos en las batallas por Roma desde 1849 hasta 1870.

Regresamos al Trastevere, era la hora de comer y seguimos los consejos de nuestra guía: Restaurante Augusto. Vimos que había gente esperando en la puerta porque querían comer en la terraza pero nosotros entramos directamente al comedor y allí si había sitio libre. Era como una casa de comidas de toda la vida, con locales y algunos turistas. Menú breve y plato del día. 

Restaurante Augusto - casa de comidas
 Yo tomé una sopa de garbanzos con unos aros pequeños de pasta y Pedro tomó bacalao. Era viernes y la comida era de vigilia. Era barato, casero y muy bueno. Pedí un poco de verdura y me pusieron unas hojas como espinacas pero mas tiesas. Le decían achicoria, pero no lo llamamos nosotros así. Luego lo vi en el mercado de Bolonia. Tomamos vino de la casa y nuestros vecinos, dos chavales jóvenes italianos que llegaron después de nosotros, nos invitaron a otro vino y a ir a su marisquería que estaba allí cerca pero solo abría por la noche. Nos dieron una tarjeta con la dirección el que era el jefe que hablaba sin parar con todo el mundo. Eran lo mas italiano que henos visto en e todo el viaje y justo en aquel local nos pudimos sentir un poco romanos. Había mucho follón y mucho ambiente local. 

Heladería Fata Morgana

 

 

 

Luego fuimos a buscar una heladería que recomendaba la guía: Fata Morgana. Estaba en una lejana plaza donde por la mañana había habido mercado pero a esa hora todo estaba recogido. La heladería era muy pequeña pero el helado era muy rico. Yo me tomé un helado de basil (albahaca), castaña y piña. Allí cerca tomamos unos cafelitos.

Seguimos disfrutando de nuestro paseo por el Trastévere. Era fantástico estar por allí. Llegamos a la Plaza Trilussa junto al Ponte Sisto donde hay otra maravillosa fuente.

En un quiosco de la calle me compré una libretita y un boli para poder tomar nota de todos los sitios que estábamos visitando, aunque lo mejor es ver las fotos.

Cruzamos el rio pro Puente Garibaldi y fuimos a ver la sinagoga otra vez. Por allí entramos en el barrio Judío.

En Vía Arenula paramos en un bar de copas elegante, Manhattan, a descansar, a tomar agua café e ir al aseo y allí escribimos las postales que habíamos comprado en el Trastévere para Florencia, mi madre Elvi y Ara. Nos las habían vendido con unos sellos especiales y ahora que escribo esto han pasado mas de dos semanas y las postales no han llegado. De hecho la postal de mi madre llegó tres años después y escribí un post en mi blog sobre esta postal de viaje tan lento. Con razón yo puse en este cuaderno de viaje: Creo que me han timado.

Seguimos caminando por callejas antiguas y poco cuidadas. Paramos a ver la iglesia de Sant Andrea della Valle en la calle Vittorio Emanuelle. Otra magnifica iglesia. También entramos a ver la Iglesia de san Luis de los Franceses, muy cerca de la Plaza Navona. Todo en esta iglesia estaba relacionado con Francia y los franceses. Vimos cuadros de Caravaggio realmente esplendidos, mágicos, como la Vocación de San Mateo y también había varias tumbas de personas ilustres francesas que murieron en Roma. Paseamos por Sant'Ivo alla Sapienza. No pudimos entrar en la iglesia pero si al patio interior espectacular y hermosos desde donde se accedía a la iglesia, un edificio considerado una obra maestra del barroco 1642-1660, Obra de Borromini. La Iglesia está dedicada a San Ivo y la Sapienza es la Universidad, que estaba en el palacio original al que Borromini unió la iglesia. Hoy el edificio es el archivo Estatal.

Seguimos callejeando cerca del Panteón hasta llegar al templo de Adriano, del que se conserva toda una hilera de columnas adosadas a un edifico moderno.

De camino ya al hotel pasamos por la Universidad Pontificia en la Plaza de la Pilotta y, como siempre, por Vía Panisperna llegamos al Hotel. Un breve descanso y salimos a cenar de tapas, una apericena. Vamos por la Vía Urbana hasta la plaza de la Suburra y allí tomamos un vino con varias tapas de un pequeño buffet que hay en la barra por 7€ cada uno. Es barato, pero no es muy bueno, hay mucho ambiente de gente joven y algún despistado mayor como nosotros.

En el hotel pagamos la tasa de turistas 12€ al día por casa uno. Total 72€ porque yo ya había pagado el alojamiento por Internet.  Hago las maletas y dejamos todo preparado para madrugar mañana.

 

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